
Los bosques y campos del PNW con el profesor Mario Sifuentez
Sifuentez les da vida a las historias de los residentes de Oregon que no han sido contadas antes y que son esenciales para el pasado, el presente y el futuro de nuestro estado
En 2016, Mario Jiménez Sifuentez publicó Of Forests and Fields: Mexican Labor in the Pacific Northwest (Bosques y campos: mano de obra mexicana en el Noroeste del Pacífico). Su libro comparte la historia de inmigrantes mexicanos quienes, fuera de la vista de la mayoría de los residentes de Oregon, se convirtieron en la base de nuestra economía agrícola, tanto en los campos irrigados como en los bosques con normativas de reforestación de Oregon. Sifuentez les da vida a las historias de los residentes de Oregon que no han sido contadas antes y que son esenciales para el pasado, el presente y el futuro de nuestro estado. Empieza con el programa federal Bracero que importó trabajadores mexicanos para rescatar los cultivos estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, explora los impactos culturales de larga duración que los trabajadores migrantes trajeron al estado y termina con la lucha por garantizar los derechos de estas personas que desarrollaron la comunidad e incrementaron la riqueza de la nación.
Mario, ¿puede decirnos primero quién es usted y qué relación tiene con esta historia?
Crecí en Ontario, Oregon, trabajando en los campos de cebollas con mi familia. Mis padres eran trabajadores agrícolas mexicanos que habían estado viniendo al área desde hace mucho, mucho tiempo, empezando por mi abuelo, quien emigró ahí debido al trabajo agrícola de temporada.
Bueno, ahora usted es un autor publicado y un profesor universitario con un doctorado. ¿Cuál fue su camino a la educación?
Todo comienza en los campos. Era un trabajador agrícola terrible y mi madre solía decir: "El lápiz pesa menos que la pala". Era su forma de decir que si no me gustaba eso, entonces tenía que estudiar.
Al crecer, no quería saber nada sobre la agricultura. Lo único que quería era alejarme de esa vida lo más posible. Y ahora he cerrado el círculo como un historiador agrícola.
A mis tías, tíos, primas y primos que siguen trabajando en el campo les encanta estar al aire libre. El trabajo en sí mismo es respetable y digno; lo único es que no paga bien. Es la explotación lo que no nos gusta.
Así que aunque no quería estar en esa vida, realmente respetaba a las personas que sí lo estaban. Eran las personas más trabajadoras que conocía. Y cuando llegué a la universidad, tomé todas estas clases sobre estudios étnicos, aprendí sobre César Chávez y leí historias sobre Texas y California. Y me seguía preguntando: ¿Qué pasa con Oregon? ¿Dónde están los libros sobre Oregon?
Mientras estaba estudiando en la Universidad de Oregon, estaba profundamente involucrado en la organización laboral y pensaba que eso era lo que iba a hacer. Luego, durante una reunión con mi consejero, me dijo: "Siempre estás preguntando por libros sobre Oregon. ¿Por qué no lo escribes tú?"
Y ese fue un momento importante para mí. Sentimos esta reverencia por los libros y nos cuesta trabajo entender de dónde provienen. Me contó sobre su proceso para escribir un libro y me dijo: "Conoces el lugar y las personas y tienes las conexiones. Si no lo escribes tú, ¿entonces quién?"
Eso me impresionó profundamente. Todo pareció encajar en ese momento y me di cuenta de que era algo que podía hacer. Esto es por mí. Entonces acepté iniciar un programa de maestría y, eventualmente, entré a Brown con él para obtener un doctorado.
No estaba bien preparado para los estudios de posgrado. Estaban mucho más allá de mi alcance: era un mundo totalmente diferente. Crecí en un pequeño pueblo en la zona este de Oregon y, sí, había escuchado hablar sobre Harvard, pero no hubiera podido decirle dónde estaba. No hubiera podido lograrlo si este no hubiera sido un proyecto profundamente personal.
Fue casi un accidente, llegar ahí, pero todo estaba impulsado por una pregunta sobre cuál era mi lugar en el mundo. Y rápidamente pasó de ser una crisis existencial personal a una política: ¿Cómo fue que terminamos aquí?
En su libro, usted usa las historias orales —los recuerdos personales de las personas que los vivieron— para contar su historia. ¿Cómo decidió usar la historia oral como un método de investigación y de qué forma benefició esto a su narración?
El primer obstáculo al que me enfrenté durante mi investigación como historiador tradicional fue que todos los recursos que encontré —informes, estadísticas, historias— eran sobre lo que las personas blancas pensaban sobre los mexicanos. Y eso no era a lo que yo quería contribuir.

Finalmente, encontré una colección de fotografías del Smithsonian sobre el programa Bracero y ellos querían obtener las historias de las personas en las fotografías. Recibimos una subvención para encontrarlas y empezamos a recolectar historias orales en los pueblos agrícolas por toda la región. Como residente natal de Oregon, podía relacionarme con estas personas y llenar los detalles. Podía decir: "¡Oh! ¿Trabajó en el cultivo de la remolacha azucarera? Yo trabajé en el cultivo de remolachas azucareras", y podía identificar los lugares sobre los que estaban hablando, pero que no podían recordar.
Y fue así como encontré la historia sobre la muerte de mi tío, un hombre al que nunca conocí. Encontré un viejo artículo de periódico sobre su muerte en un accidente agrícola. Y luego enfrenté a mi familia sobre esto y me dijeron: "Ah. Sí". Y me hizo darme cuenta de que estas historias están justo bajo nuestras narices. Y que, por muchas razones, ya sea trauma u otra cosa, la gente no quiere hablar sobre ellas. Y se vuelve crucial para nosotros hacer que las personas hablen sobre ellas. Entrevistamos a más de 800 personas. Sin falta, los hombres viejos decían: "No sé por qué estás hablando conmigo, no hice nada importante".
Y tienes que entender que estas personas cambiaron el curso de este país. En todos los lugares donde estaban los Braceros, se crearon comunidades mexicanas. Antes del programa Bracero, no había ningún mexicano en Oregon. Todas estas comunidades prósperas y viables con salones de baile, estaciones de radio, negocios y vecindarios ocurrieron gracias al programa.
Siempre les enviábamos a las familias una copia de las historias orales que grabábamos. Y, sin falta, los hijos de los Braceros decían: "Oh, no tenía idea. No tenía idea de que habían pasado por eso".
Su libro está centrado en el programa Bracero, en el cual el gobierno federal importó mano de obra mexicana para la industria agrícola en la década de 1940. ¿Nos puede dar un resumen del programa?
El programa Bracero era un acuerdo bilateral entre México y los Estados Unidos que supuestamente era un esfuerzo en tiempos de guerra para mitigar la escasez de mano de obra durante la Segunda Guerra Mundial. La guerra generó una movilización masiva de una mayoría de hombres blancos estadounidenses hacia el ejército y esto dejó a las comunidades rurales con una supuesta escasez de mano de obra, lo cual ciertamente no fue el caso después de la guerra, cuando el programa continuó hasta 1964. Después de la guerra, los agricultores que habían utilizado el programa Bracero se habían acostumbrado a una fuerza laboral fácilmente gobernable —y fácilmente manipulable— que se convirtió en un elemento básico de la mano de obra agrícola.
Hasta este momento, la literatura sobre el programa Bracero hablaba sobre los males y la explotación del programa —y ciertamente no deseo minimizar la terrible explotación que ocurrió debido al programa—, pero también quería escribir un libro sobre las personas y cómo el programa cambió sus vidas.
Un aspecto de la opresión es que las personas encuentran formas de prosperar. Encontramos formas de disfrutar de nosotros mismos, de reír, de tener dignidad. Y eso se pierde cuando escribes sobre la explotación. Quería humanizar a los hombres que pasaron por ese programa.
Usted también cuenta las historias de los trabajadores del programa Bracero que terminaron trabajando para el Servicio Forestal en la lucha contra los incendios forestales y realizando otro trabajo forestal. Menciona cómo el Servicio Forestal se convirtió en el empleador principal de inmigrantes indocumentados al emplear a contratistas forestales que contrataban principalmente mano de obra inmigrante.
Uno de los mitos sobre los inmigrantes indocumentados es que están trabajando de forma ilegal y que no están pagando impuestos. Esto no es verdad. El gobierno federal les está dando empleos y estos están trabajando en tierras federales; y están pagando impuestos federales.

Mientras crecía en Oregon, tenía primos que eran bomberos, pero hay una historia mucho más larga que no se me ocurrió. En Oregon, a menudo creemos que los bosques son algo que ocurre de forma natural, pero, en realidad, se les trata como un cultivo. La silvicultura es agricultura industrial. Y cuando tienes un cultivo, alguien tiene que estar ahí afuera manejándolo. Los árboles se tienen que rociar, hay que podarlos, es necesario plantarlos y luego cosecharlos. Y es la mano de obra mexicana la que está haciendo gran parte de este trabajo.
La irrigación de la zona este de Oregon y el auge de la madera en las décadas de 1960 y 1970 no hubieran sido posibles sin la mano de obra mexicana. Y la gente no se da cuenta de eso.
En el libro, usted describe una imagen de una zona este de Oregon rica y multicultural donde la cultura mexicana encontró un lugar para prosperar en los centros comunitarios japoneses, en los cuales se organizaban bailes, bodas y ligas de béisbol. ¿Puede explicar cómo ocurrió esto?
Durante los campos de internamiento para los japoneses estadounidenses en la Segunda Guerra mundial, Ontario se convirtió en una ciudad donde los japoneses podían vivir libremente durante la guerra. Y existen todos estos casos de japoneses que ayudaron a la comunidad mexicana a establecerse en la zona este de Oregon.
Crecí con los hijos de agricultores japoneses y había mucha tensión racial. Cuando empecé a investigar, tenía una idea preconcebida de que los jefes japoneses eran terribles. Sin embargo, cuando platiqué con el hombre que contrató a mis padres como trabajadores, me dijo que la única razón por la que pudo ser un contratista fue gracias a los agricultores japoneses. Y entre más hablaba con los agricultores japoneses, me di cuenta de que ellos fueron la única razón por la cual los mexicanos y tejanos, los trabajadores migrantes legales de Texas, pudieron quedarse en Ontario.

Los agricultores japoneses encontraron un nicho en el cultivo de cebollas, abrieron almacenes de empaque y pudieron dar empleo a los trabajadores migrantes durante el invierno. Esto les dio la oportunidad a estos trabajadores de permanecer ahí, lo cual se volvió muy importante. Y, en ese entonces, las personas blancas no les rentaban a los mexicanos, pero los japoneses sí lo hacían. Así que de ahí surgieron los vecindarios japoneses y mexicanos. En Ontario, el salón japonés de baile se convirtió en un centro cultural para los mexicanos: había fiestas de quinceañeras, bodas y una liga de béisbol.
En ese entonces, con la segregación de facto, los mexicanos no tenían permitido ocupar los espacios de las personas blancas.
¿Cómo fue crecer ahí en ese entonces?
Como hijo de un trabajador agrícola, nadie dejaba que se te olvidara que eras hijo de un trabajador agrícola. Nos enfrentamos a muchas cosas desagradables, pero siempre había personas que apoyaban a nuestra comunidad. Me hicieron darme cuenta a una edad muy temprana de quién era yo, pero eso no quiere decir que la historia de la ciudad no incluyera a personas progresivas que estaban realizando cosas importantes.
La historia del programa Bracero y de la mano de obra inmigrante no es muy conocida en Oregon. ¿A qué cree que se deba esto?
Hasta cierto punto, la mano de obra siempre es invisible. Ya sea la limpieza de casas, la crianza de niños o lo que sea, hay mano de obra que está ocurriendo que es invisible. Y mucho de esto es físicamente invisible, es decir, está ocurriendo en los campos o en los bosques donde las personas no lo ven. No tiene idea de la cantidad de mano de obra que se requiere para proporcionar el estilo de vida que usted vive. Parte de lo que estaba tratando de hacer es lograr que esa mano de obra sea visible, de forma literal y figurativa.
En todo el libro, usted se enfoca en el tema de que la mano de obra genera una riqueza que todos los habitantes del país disfrutan. Menciona el dicho: "Con o sin papeles, tenemos derechos porque hacemos la riqueza". ¿Por qué cree que esto es importante?
Esto descentraliza el Estado-nación. Resalta el hecho de que esta cuestión de la ciudadanía es irrelevante: si usted vive y trabaja en una comunidad, usted pertenece a esa comunidad.
Muchos profesores quieren escribir el texto definitivo sobre X, Y y Z. Para mí, fue más como, voy a escribir el primer texto. Mi mayor ambición con el libro era desatar una tormenta que permitiera que otras personas de otros lugares como Medford, Nyssa y Hood River cuenten sus historias. Y así ha ocurrido. Hay toda una generación detrás de mí cuyos libros se publicarán en los próximos años y están citando mi trabajo.
Están haciendo la misma pregunta que yo tenía a los dieciocho años de edad: ¿Cómo fue que terminamos aquí?
Puede encontrar Of Forests and Fields aquí.